En términos generales, las lecturas de abril han sido mejores que las de marzo, o, al menos, salvo una, todas me han gustado. No me han flipado ni se han convertido en «libros de cabecera», vale, pero sí me han entretenido bastante. ¿La mejor de todas? «La quinta ola», de Rick Yancey, de la que ya hablé en esta otra entrada.
Otra lectura fácil que entretiene bastante. Eso sí, no llego a entender del todo por qué ha tenido tanto éxito y ha gustado a tanta gente.
PERO, eso sí, me ha ENCANTADO que muestre la relación amorosa adolescente de dos chicos, cosa que no suele suceder todavía hoy en la literatura juvenil. Que se cojan de la mano y se digan moneces y tengan citas y cosas así. En ese aspecto, un aplauso para la autora.
La premisa de la que parte el relato es interesante: a Mateo le ha ocurrido algo en un hotel (con un cadáver de por medio) que le ha llevado al hospital, pero no recuerda el qué. Acompañar al protagonista hasta descubrir qué le ha pasado me llamó la atención desde el principio y me apetecía ver cómo el autor desarrollaba la historia. Estaba dispuesta a que me sorprendiese.
Pero, por el camino, perdí ese interés inicial precisamente por el desarrollo de la trama. Todo sucede muy deprisa y hay tantas cosas que no se explican que resulta demasiado confuso. El final me ha resultado decepcionante, precisamente porque esas dudas que me surgieron quedan sin resolver.
Me ha gustado bastante, sobre todo por el personaje protagonista, con quien me he sentido muy identificada en muchos momentos y quien me ha parecido irritante en otros. Supongo que como la vida misma.
Además, me ha flipado la manera en que está escrita la novela, por su originalidad y su naturalidad y su sentido del humor. De esas veces en las que pienso que yo también quiero escribir así.