«Callábamos ambos casi gritando, y nuestro silencio era más pesado que cualquier ruido. Sabía que lo que sucediera más adelante ese día y ese verano sería para siempre».

Título: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
Título original: Vara în care mama a avut ochii verzi
Autora: Tatiana Țîbuleac
Idioma original: rumano
Traductora: Marian Ochoa de Eribe
Año de publicación: 2019
Editorial: Impedimenta
Género: narrativa
Tags: familia, muerte, humor negro, salud mental
Número de páginas: 256
Precio: 22.50 €
Inicio del libro:
«Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás».
¿De qué trata?:
Para salir de un bloqueo artístico, su psiquiatra le recomienda a Aleksy, escribir sobre el último verano que pasó con su madre en un pueblecito francés. Esos recuerdos están marcados por la rabia, el rencor, la tristeza, pero también por un proceso de reconciliación.
Vale, ¿y qué me ha parecido?:
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es uno de esos libros que impresiona por lo que cuenta y cómo lo cuenta, por la belleza con la que escribe la autora, por su protagonista; de esos en los que piensas aún días después de terminarlo; de esos que, según pasa el tiempo, te gustan más.
El protagonista es Aleksi, un adolescente con problemas mentales («Mi enfermedad tenía un nombre de dieciséis letras», cuenta él), ingresado en un psiquiátrico inglés, con un resentimiento hacia su madre que al principio te choca y que poco a poco vas entendiendo, y una enorme sensación de abandono.
En realidad, todo es contado por un Aleksy mayor, pintor famoso con bloqueo artístico, al que su psiquiatra le recomienda poner por escrito los recuerdos de aquel último verano que pasó con su madre en un pueblecito francés.
Arranca con ese odio visceral del chaval hacia ella, esa rabia no siempre contenida que lo ciega, ese rencor por una madre con la que apenas habla, que lo desatendió cuando su hermana pequeña, Mika, desapareció. Con una hermana muerta, un padre que se marchó y una madre ausente, Aleksy se ha criado con su abuela. En un punto de la narración, afirma que las únicas mujeres que lo han querido han sido su abuela y su hermana.

En esos dos meses de verano, Aleksy acerca posiciones con su madre, y somos testigos de ese proceso lento de reconciliación, de cierto entendimiento, de perdón, a través de silencios, palomitas, conversaciones, cervezas, paseos al mercado y visitas a la playa. Entiendes al prota cuando se pregunta: «¿Por qué no había empezado mi madre a morir antes?», porque eso habría significado, quizá, haberla recuperado antes.
Pero también es doloroso ver el sufrimiento de Aleksy por todo lo que ha vivido, la culpabilidad de ella por cómo se ha comportado: «Me costaba bromear con alguien con quien apenas había hablado en los últimos ocho años. Alguien que me había apartado de un puntapié como a un perro cuando yo estaba dispuesto a ser un perro solo por sus caricias».
Algunas de las cosas duras que cuenta Aleksy las cuenta de forma directa, pero otras no: la autora recurre a las metáforas y a las sutilezas, y hasta que no transcurren varias páginas y se da algún detalle más, no te percatas de la envergadura de lo que ha contado.
Los capítulos de por sí son cortos, lo que hace la lectura bastante ágil y fluida, pero además la narración está salpicada de capítulos brevísimos, poéticos, de apenas una línea, en los que Aleksy trata de describir los ojos de su madre: «Los ojos de mi madre eran un despropósito», «Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas» o «Los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano».
De esta novela me quedo, sobre todo, con:
🌻 La voz del protagonista.
🌻 La manera en la que está escrita.
🌻 El párrafo final.
Y, también, con la edición de Impedimenta, preciosa y cuidadísima (la edición especial es aún más preciosa): la cubierta con esa ilustración, la tipografía, el cartonaje, los colores, el diseño en sí. No conocía a la editorial y ahora quiero explorar todo su catálogo.
Si tienes curiosidad, puedes leer las primeras páginas de El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes en este enlace.

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