Reseña «Amanecer en la cosecha», de Suzanne Collins

«Una pena horrible y oscura se apodera de mí y amenaza con ahogarme, pero la empujo hacia dentro. Me trago la tristeza, la sujeto con una tapa y la represo. No permitiré que mis lágrimas les sirvan de entretenimiento».

Título: Amanecer en la cosecha
Título original: Sunrise on the reaping
Autora: Suzanne Collins
Traductora: Pilar Ramírez Tello
Año de publicación: 2025
Editorial: Molino
Género: distopía
Tags: supervivencia, poder, política
Número de páginas: 496

Inicio del libro:

«—¡Feliz cumpleaños, Haymitch!

Lo bueno de haber nacido el día de la cosecha es que puedes quedarte durmiendo hasta tarde en tu cumpleaños. A partir de ahí, todo va cuesta abajo y sin frenos».

¿De qué trata?:

Haymitch Abernathy, a quien ya conocimos en la trilogía original de Los Juegos del Hambre, aquí tiene dieciséis años y lo eligen para participar en los Quincuagésimos Juegos del Hambre, el Vasallaje de los Veinticinco. En el Distrito 12 deja a su madre, a su hermano y a su amor, Lenore Dove.

Vale, ¿y qué me ha parecido?:

Me duele el corazón.

Y eso que, habiendo leído la trilogía original, sabía lo que me esperaba, conocía la vida tan triste que tuvo Haymitch, pero la llorera que me pillé al final no me la quitó nadie. Mantuve la esperanza hasta el mismísimo final, esperando que mágicamente acabase bien, un respiro que no llega.

Volver a Panem, al universo de los Juegos del Hambre, es duro y doloroso por todo lo que ocurre, también muy emocionante, incluso cuando no se cuenta nada nuevo, vamos a los Juegos igual que fuimos con Katniss. Pero la autora consigue una historia entretenida, emocionante, nada aburrida, y más de la mano de Haymitch. Sobre todo, ha sido reencontrarme con la Cintia de veintipocos años que se enganchó a esos libros. Nostalgia en vena que la autora incrementa con apariciones de personajes que ya conocemos: Effie, Mags, los padres de Katniss, incluso Plutchard…

El personaje de Haymitch Abernathy ya me gustaba de los libros anteriores, así que conocerlo más, a un Haymitch de dieciséis años que todavía guardaba algo de inocencia y mucho amor, me ha encantado. Ese crío que ya juega a ser adulto, obligado por las circunstancias, que echa terriblemente de menos su cama, su casa, a su madre, a su novia.

«El olor me lleva de vuelta a casa por un momento, a las noches oscuras, a lo último en lo que piensas antes de meterte bajo las sábanas, a salvo».

Y:

«Entonces empiezan unos escalofríos que me sacuden de pies a cabeza; los dientes me castañean tanto que corro peligro de rompérmelos. Lo único que quiero es estar en casa, en mi cama del Distrito 12, y que mi madre cuide de mí. Que me dé cucharaditas de sopa de pollo, que me eche encima del cuerpo tembloroso todas las colchas de la casa y me ponga una almohada de plumas de ganso bajo la cabeza».

Luego, los Juegos machacan, por supuesto, su poca inocencia y cualquier esperanza:

«¿Quién me creo que soy? ¿Por qué pensaba que sería capaz de cambiar algo? ¿Que podría acabar con el Capitolio, con todo su poder, y paralizar los Juegos del Hambre? Yo, un crío de dieciséis años del peor distrito de Panem, sin apenas educación ni habilidades destacables. Lo único que tengo es una bocaza y una percepción exagerada de lo importante que soy. Mucha espuma y poca cerveza, ese soy yo. Aguachirri».

Volver a Panem, al universo de los Juegos del Hambre, es duro y doloroso, también muy emocionante. Fotos: Cintia Fernández

El personaje en sí me ha parecido buenísimo, lo inteligente que es aunque él no lo crea, su amor por Lenore Dove («Te quiero más que el fuego a las brasas» y «Siempre estaremos juntos. No sé cómo, no sé dónde, no sé nada, pero es lo que me dice el corazón. Tú y yo nos encontraremos, cueste lo que cueste. […] Sigue viva, toca tus canciones, ama a tu gente, vive lo mejor que puedas. Y yo estaré ahí, en la pradera, esperándote») y por su familia, el instinto de protección hacia los tributos más críos… Ofrecernos su punto de vista, estar en su cabeza, ha sido un gran acierto.

Y eso que Haymitch y Katniss son dos caras de la misma moneda: ambos vienen del Distrito 12, de una familia muy pobre, con su padre muerto, un solo hermano, los mismos ideales, el mismo aire combativo en la arena y el mismo deseo y esfuerzo para echar abajo el Capitolio. Por eso funcionan tan bien juntos en la trilogía original, porque tienen un objetivo común y porque él se fue reflejado en ella. Lo que él no consiguió, Katniss sí.

«No hay forma de controlar el resultado de la cosecha ni lo que ocurre después, así que no alimentes las pesadillas. No te dejes llevar por el pánico. No le des esa satisfacción al Capitolio. Ya nos han quitado más que de sobra.

Y:

«Una pena horrible y oscura se apodera de mí y amenaza con ahogarme, pero la empujo hacia dentro. Me trago la tristeza, la sujeto con una tapa y la represo. No permitiré que mis lágrimas les sirvan de entretenimiento».

Y:

«—No tengo nada por lo que vivir.
—Entonces, no tienes nada que perder. Esto deja todo el poder en tus manos».

El gran protagonista, por supuesto, es él, en quien recae absolutamente todo el peso de la narración, pero está rodeado de un montón de secundarios con un papel fundamental para el desarrollo de la historia y del propio personaje. Mi favorita, sin duda, ha sido Maysilee, por la que al inicio no daba un duro y luego me encantó su ingenio, su descaro, su bordería, su lealtad, su valentía.

Terminado Amanecer en la cosecha, sigo con las mismas dudas que cuando leí la trilogía original: ¿qué pasa con el resto del mundo? Panem es solo un país (asumo que Estados Unidos) en el que se celebra una competición terrorífica, pero ¿el resto de países no intervienen? Y… ¿por qué la población sigue teniendo hijos? Si existiese la remota posibilidad, por mínima que fuese, de que mi hijo pudiese ser seleccionado en alto tan tan tan cruel como los Juegos del Hambre, no tendría ninguno, mucho menos varios. Que entonces no habría historia, lo sé, pero me es imposible no pensar en ello.

«Después de los Juegos quedan los efectos secundarios de los Juegos. Se propagan como las ondas en un estanque tras lanzar una piedra. Círculos concéntricos de daños que bañan a las familias de los tributos muertos, a sus amigos, a sus vecinos… y así hasta el extremo del distrito».

Si tienes curiosidad, puedes leer las primeras páginas en este enlace.

Publicado por Cintia Fernández

Leo, escribo, corrijo. Y vuelta a empezar.

Deja un comentario