Reseña «Espero que el viaje valga la pena», de John Donovan

—Los amantes de los animales os equivocáis en una cosa —dice muy alto—. Os creéis mejores que los demás. Voy a decirte algo, Davy, cielo, los animales son para comérselos. No lo olvides.

La miro un momento. Está loca, supongo. Quiero volverme a mi auténtica casa. Me gustaría que eso fuesen unas vacaciones cortas, que se terminara en Año Nuevo.

Espero que el viaje valga la pena, de John Donovan, es una historia en apariencia sencilla en la que Davy, un niño de trece años, nos cuenta su día a día cuando tiene que mudarse a Nueva York a vivir con su madre. Publicado en 1969, está considerado el primer libro juvenil con representación LGBT.

En realidad, la historia «esconde» mucho más bajo la aparente inocencia de Davy: su abuela, con la que vivía desde pequeño, acaba de morir, y tiene que dejar su casa en Boston y todo lo que conocía y trasladarse a casa de su madre, quien, además, es alcohólica; sus padres se desentendieron de él; su único amigo de verdad es Fred, su perro salchicha…

El propio Davy es quien narra todos estos cambios desde una perspectiva inocente y directa, aunque no exenta de ironía: es un crío y, aunque parece que no se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor, según pasas las páginas te percatas de que sí, de que es más perspicaz de lo que en un principio nos muestra el autor.

De sus trece años se desprende esa forma cruda de contar las cosas, sin pensar en las consecuencias, entrañable, a ratos inocente, tierna y sobre todo graciosa por una ironía que no te ves venir.

Davy es lo mejor del libro.

Y Fred, el perro, y su presencia constante y preciosa, es la segunda mejor cosa de Espero que el viaje valga la pena. El animal se convierte en un personaje más; el puerto seguro del niño en medio de los cambios que atraviesa su vida, de tanta novedad.

Venden la novela como la primera de carácter juvenil con un protagonista LGBT, aunque tienes que llegar prácticamente al final para que el autor trate el tema. Y, como hace en el resto del libro, el niño también te cuenta esos primeros besos que se da con Altschuler, su compañero de clase que se convierte en amigo, y con quien al inicio se llevaba mal. Y como el propio Davy está confuso y asustado, se transmite muy bien en la manera que tiene de contarlo.

Por supuesto, me hubiese gustado que se desarrollase más la relación entre ellos y no a todo correr en las últimas cuarenta páginas, y ver cómo Davy lidia con ese miedo y esa confusión, pero también comprendo que, para la época (¡años sesenta!, ¡y en Estados Unidos!), el hecho de meter un beso entre dos adolescentes del mismo género, en una novela destinada a un público joven, ya sería toda una revolución.

En una carta que mandó el autor a la editora jefa de HarperCollins acompañando el manuscrito, pedía que lo publicaran como libro juvenil, lo que es, y no como libro adulto, lo que le habían recomendado otras personas. Y lo consiguió.

👉 Terminé Espero que el viaje valga la pena hace días y sigo pensando mucho en Davy, al que deseo que todo le vaya bien en la vida; y en Fred, el perro salchicha más mono del mundo; y en Altschuler, la persona que Davy necesitaba a su lado.